Un cuestionado trasvase de cuencas: del Pánuco al San Juan, un confuso proyecto hidráulico
+ Artículo del periódico El Diario de Ciudad Victoria, sobre el proyecto que pretende llevar agua del río Pánuco a Monterrey.
Nacionales
Octavio Herrera Pérez - 2014-09-30
El pasado domingo 28 de septiembre por la noche, en las habituales mesas de diálogos “Cambios” que dirige el arquitecto Héctor Benavides en la televisora Multimedios desde Monterrey (a las que he sido gentilmente invitado en otras ocasiones), tuvo lugar una segunda ronda de opiniones acerca del proyecto Monterrey VI (de lo que ya escribí en pasada entrega), que pretende llevar agua desde el río Pánuco hasta la capital de Nuevo León; un proyecto que alegremente habían defendido una semana atrás, la posición oficial abastionada en Agua y Drenaje de Monterrey (ADM, léase Gobierno del Estado de Nuevo León). Pero ahora, por fortuna y en un medio de amplia difusión y apertura hacia el público, tocó la ronda de quienes cuestionan dicho proyecto, no desde ópticas politizadas o fanáticamente ecologistas, sino desde puntos de vista de gente que conoce bien la realidad de la cuenca del Pánuco y su gasto natural de escurrimientos. La pluralidad de la mesa estribó a que si bien estaba un “abogado” técnico ingenieril de ADM, también hubo la presencia de personalidades del ámbito académico y protección ecológica ciudadana nuevoleoneses, así como dos dignos representantes de la Huasteca: el ingeniero Rafael Benavides, presidente del Colegio de Arquitectos e Ingenieros, con sede en Tampico; y el ingeniero Alfonso Arroyo Amezcua, presidente de la Asociación Regional de Usuarios de Agua del Río Pánuco, con residencia en Pánuco, Veracruz.
Muchos e interesantes temas se abordaron en la discusión, del cual los lectores de El Diario de Ciudad Victoria deben estar informados, dada la trascendencia que tendrá el proyecto (de llevarse a cabo), mismo que afectaría notablemente a la joya de la corona tamaulipeca: La Zona Metropolitana de Tampico-Madero-Altamira.
LA REALIDAD ECOLÓGICA DEL PÁNUCO
Según se expuso con datos y registros históricos del flujo de la cuenca del río Pánuco, el gasto que actualmente tiene esta corriente han tendido a la baja, y la extracción de agua que se realiza de su cauce alcanza para cubrir justamente los requerimientos de una región eminentemente productora agrícola y ganadera; sin olvidarse de la producción pesquera (ostión y camarón) que se realiza en el sistema de lagunas tamaulipeco-veracruzano. Parcelas, humedales y lagunas que requieren del abasto del agua de su río, cuyos depredadores y bacterias están acostumbrados a degradar la alta contaminación de la que es víctima el Pánuco, si recordamos que es la cloaca de la Ciudad de México, con todo lo que eso significa. Y, lo más importante, de extraerse los 15 metros por segundo que pretende ADM –que de entrada no podría hacer en el estiaje, durante cuatro a siete meses o más; además de que esa agua rebasa con mucho las necesidades de agua de Monterrey–, condenaría al curso bajo del Pánuco a sufrir la “cuña salina”, es decir, la entrada de la salinidad desde el Golfo de México, lo que ya ha estado ocurriendo; y ya sin mayor flujo de agua, todo el entorno de tierras y aguas de Tampico y hasta bien adentro de San Luis Potosí y Veracruz se esterilizarían irreversiblemente.
UN PROYECTO A CONTRAPELO DE LAS PAUTAS INTERNACIONALES
Un dato notable: el proyecto Monterrey VI se cocinó en el gabinete de ADM, sin ningún consenso real con las entidades y usuarios que se verían afectados inevitablemente. Acostumbrados al poder económico y político, con el asunto de que las aguas son federales, se brincaron todas las trancas de la participación social, al viejo estilo autoritario de hacer gobierno en México (¿es que hay otro nuevo?). De entrada el favor obtenido de las más altas esferas del poder en el país. Por otro lado, el tan socorrido remedio de hacer partícipe como panacea al capital privado en la realización de la obra, pero que en caso de fracasar si no les resulta redituable, ya lo sabemos: un Fobaproa más; y si no, la ciudadanía regiomontana va sufrir notables costos crecientes por el pago del agua en el futuro (¿o que no pasó así con la gasera española que concesionó el servicio que antes proveía el Estado?). Y ni que decir de la deuda pública que cargará Nuevo León en las tres décadas por venir, por un proyecto sobre el que ni siquiera tiene la soberanía asegurada, frente a los intereses, que pueden cambiar, naturalmente, por parte de Veracruz, Tamaulipas y SLP, porque éstos tienen un “derecho absoluto” y Nuevo León queda reducido a un “derecho precario”; y quien le asegura que ante una sequía que afecte a la Huasteca o ante la amenaza salina, las bombas nuevoleonesas sobre el Pánuco sean cerradas por la gente de la región.
MONTERREY, AL LÍMITE DE LOS RECURSOS DE SU PROPIO ENTORNO
Una cuestión por demás relevante que se planteó en la mesa (ingeniero Arroyo Amezcua) es algo que desde la perspectiva de la historia se puede observar: Un núcleo urbano/industrial debe crecer hasta donde se lo permita el límite de los recursos naturales de su propia región. En el pasado, especialmente desde fines del siglo XIX y gracias a los ferrocarriles, la ciudad de Monterrey pudo extralimitarse y hacer fluir hacia ella materias primas desde la extensa geografía de todo el norte de México y aún más allá. Pero ahora el insumo es distinto, es el agua, un recurso del que de manera fácil quiere hacer llegar, cueste lo que cueste (50 mil millones de pesos, por cierto), a contrapelo de los cuestionamientos que se le hagan; como ya lo hizo el Banco Interamericano de Desarrollo (el BID), que se negó a apoyar el proyecto Monterrey VI, porque el trasvase de agua entre cuencas ya no debe hacerse en ninguna parte del Planeta. Pero lo que no se quiere ver es que en el propio centro de Nuevo León se puede recolectar el agua que se requiere por muchos años, pero eso implica una planeación basada en el interés colectivo y no favoreciendo el interés empresarial y económico, afectando a terceros; con la realización de las obras de infraestructura hidráulica, nada espectaculares pero sí eficientes, así como con profundizar los programas de ahorro del agua (en lo que los nuevoleoneses han sido bastante disciplinados, hay que reconocer), así como con el reciclaje del agua (como ya lo hacen), se puede sostener el abasto de la gran metrópoli por medio siglo o más. Pero, donde no hay obras faraónicas, pues no hay donde mojarse (nada más con ver las concesionarias privadas del proyecto que ya están apuntadas lo dice todo). Pero si bien la soberbia hace que el proyecto siga adelante (a pesar de que desde la Huasteca señalan que recurrirán al amparo federal), tendremos ante nosotros la segunda guerra del agua en México (la primera ya empezó: el Pueblo Yaqui contra Hermosillo), porque alega el vocero de ADM que el proyecto es de “interés nacional” (¿?), cuando lo correcto sería que si ya no hay capacidad para mayores instalaciones industriales en Monterrey, que requieren la mayor parte de esa agua, donde no la hay, pues entonces que se instalen en la Huasteca, y así se reparta la riqueza, esta vez sí en favor del interés de la nación y para equilibrar más el desarrollo regional del país.