JUCHITÁN DE LAS MUJERES, “EL HOMBRE DEL PITO DULCE” Y LA MUERTE ENTRE LAS ZAPOTECAS

#Claroscuros

2017-09-11

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David Haro -autor de la pieza “Ariles del campanario” que interpreta con majestuosidad Eugenia León- miraba hacia la nada parado sobre la esquina de las calles Guerrero y Pípila en Acayucan, ciudad del sur veracruzano.
El reportero lo reconoció y se presentó.
Sencillo como es, el cantautor que en los años 80s se volviera popular con la interpretación de la canción “Le llamaban loca” del español José Luis Perales, atendió de inmediato y dio inicio una charla que devino amistad.
Nativo de Jáltipan de Morelos, a 20 kilómetros de Acayucan, David Haro (Nava, su segundo apellido) es promotor cultural además de cantautor.
Cuando lo conocí organizaba un espectáculo que incluía rock, son jarocho, una danza tradicional de Chacalapa -pueblo en las faldas de la sierra de San Martín y Santa Martha- y su propia actuación con el grupo que lo vio nacer: “Las almas”.
El espectáculo se presentó en Coatzacoalcos y Jáltipan y David puso en las de un grupo de mujeres y hombres solidarios organizar la actividad en Acayucan cuya sede fue el ya desaparecido cinema Skorpio.
Múltiples encuentros después supe que David es hijo del “teco Haro” (+) un hombre que llegó muy niño a suelo veracruzano desde el istmo de Tehuantepec.
Dos hermanas zapotecas emigraron al istmo veracruzano como cientos de miles de oaxaqueños lo han hecho durante décadas, siglos…
Doña Teodora fue la madre del “teco Haro”, padre del gran artista que es David, cuya madre es “tía Casta”.
Durante varios encuentros decembrinos, en reuniones con el compositor de música clásica de talla internacional Ernesto García de León –ex subdirector de la Escuela Nacional de Música del INBA- también originario de Jáltipan, David platicaba sobre sus presentaciones -temporada tras temporada- en la tierra de sus ancestros: Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.
Alguna vez tarareó una canción sobre el tren istmeño que estaba componiendo…
Los versos nacían de los recuerdos sobre la narrativa oral de la abuela Teodora; la música venía junto al alma de la mujer que contaba historias al pequeño David…
(2)
El hombre del pito dulce
"Dicen que él es muy bueno,
dicen que él tiene el pito dulce.
Nunca va a la pesca.
Siempre tiene su pito dulce.
Le pusieron de apodo Pito Dulce.
Las mujeres del pueblo lo quieren a él por su pito,
no por otra cosa, se burlan.
Él es campesino, todos los campesinos tienen pito dulce,
todos los pescadores tienen pito salado,
pues siempre tienen que estar dentro del mar".
En 1979, Graciela Iturbide llegó a Oaxaca por invitación directa de Francisco Toledo. Ahí realizó una serie de fotografías de la cultura zapoteca, de la cual surgió una publicación titulada Juchitán de las mujeres. La vida de las mujeres, el orgullo de la tradición y la función vital que tienen en la vida social y económica de la zona, cautivaron la lente de la fotógrafa. Ésta es seguramente la serie de fotografías más conocidas de la artista. Es el resultado de diez años de trabajo, de numerosos viajes al Istmo de Tehuantepec y de un prolongado trato con sus habitantes. Ningún juchiteco aparece por azar en sus fotografías; cada uno se preparó cuidadosamente.
Elena Poniatowska escribió el ensayo que aparece en el libro y que lleva por título "El hombre del pito dulce".
En la obra se exhalta el poder de la mujer en una sociedad que rompe con los viejos clichés de la estampa mexicana. La homosexualidad es tolerada, respetada, querida, el hombre apegado a la madre se queda con ella, la procura. En este lugar son los hombres quienes mueren de amor, la mujer es entrona, comerciante respetada, grande, hermosa, y se dan al hombre que quieren, como quieren, con pito dulce o salado, sin restricciones, sin prejuicios. Un ejemplo de mujer libre. Y la fotógrafa lo sabe, lo vive, lo expresa.
http://numerof.org/graciela-iturbide-juchitan-de-las-mujer…/
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Cuando el reportero conoció Juchitán quedó impresionado por la estatua ubicada en la entrada del pueblo: basada en la fotografía de Graciela Iturbide a la zapoteca vendedora de iguanas.
La historia de esta fotografía se puede encontrar en la dirección:
https://www.youtube.com/watch?v=EjtwOCNN0wE de You Tube.
Haber conocido el trabajo de Graciela Iturbide y topar de pronto con la estatua inspirada en la mujer de las iguanas reveló una perspectiva al redactor: la conexión entre la estética y la identidad individual y colectiva. En este caso, el nexo entre la estética fotográfica y la identidad colectiva de un pueblo zapoteco: Juchitán de Zaragoza, Oaxaca.
Cuando el pintor Francisco Toledo invitó a Graciela Iturbide a Juchitán -de donde es nativo- supo o intuyó lo que podría pasar.
¿Cuál fue la aportación de alguien ajeno la sociedad retratada. la de una mirada que llegó desde fuera a diferencia de la observación artística e interna de Toledo, nacido en Juchitán, dueño de un talento pictórico reconocido mundialmente y por tanto conocedor desde toda su vida de lo que Graciela retrataría?
Dicho cuestionamiento es muy importante pero la estatua que surge tras la fotografía muestra con claridad la aportación –desde la historia del arte- de Graciela Iturbide al pueblo de Juchitán, denominado Juchitán de las mujeres por otros elementos culturales que lo caracterizan.
La fotógrafa puso un espejo frente a las mujeres juchitecas que desde entonces se miran más hermosas de lo que ya son.
Iturbide fortaleció su identidad de pueblo prehispánico, de pueblo zapoteco.
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La muerte entre los zapotecas. Una lectura
GUBIDXA GUERRERO:
“Dicen que los zapotecas, al morir, no dejamos de existir. Tan sólo emprendemos un viaje a otro destino. Dicha travesía tiene sus tiempos y altibajos. Por eso, cuando alguien ha fallecido pocas semanas antes de Día de Muertos, no se le hace ofrenda. Explican nuestros mayores que la persona apenas va de ida hacia donde acuden todos los seres al morir. "Todavía no llega", argumentan; por tanto, todavía no pueden volver. ¿Qué caso tiene organizar rezos y poner altares para un recién fallecido? Ninguno, según nuestras creencias, anteriores a la llegada de los primeros misioneros e, inclusive, a los tiempos en que el Nazareno caminó en Palestina.
La muerte para los binnizá es un momento más de la existencia. Es como nacer o reproducirse; es parte del gran ciclo en nuestra nación originaria. A su modo, las creencias y rituales milenarios perviven en nuestros corazones, a pesar de las cruces y de la Biblia e, inclusive, en armonía con dichos símbolos. Y no es malo. Cada pueblo entiende el ocaso a su manera. Allá de los hebreos y japoneses; allá de los musulmanes y nórdicos; allá de los tártaros y chinos; allá de las personas de las cientos, variadas y respetables religiones... para la gente de las nubes morir y, sobre todo, volver durante los primeros años después de fallecido es todo un acontecimiento que ningún disfraz ni fiesta puede igualar”
http://cortamortaja.com.mx/…/2294-la-muerte-entre-los-zapot…
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El temblor del pasado 7 de septiembre enlutó a Juchitán, Oaxaca, a Tabasco, Chiapas y a todo México…
Sin embargo, estamos de pie, como siempre…
A pesar de nuestras contradicciones como sociedad seguimos cazando iguanas y las colocamos encima de nuestras mujeres eternas…

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