Por Sergio M. Trejo González.

2017-11-08

Semana de muertos.
Mes de muchos muertos.
Lo más triste es acostumbrase… Matanza, calamidad, desastre, carnicería.
A diario nos enteramos, nos manchamos, nos tropezamos con los cuerpos y la sangre de personas asesinadas.
Quizá por eso, prefiero retirarme, como lo hice por un rato, en la búsqueda de otras expresiones culturales. Me faltaba Naolinco, había visitado en otros años, Capúla, Tzintzuntzan, Janitzio, Pátzcuaro, Uruapan y otros rincones del país. Ahora me tocó en Naolinco, a unos minutos de nuestra capital veracruzana, el día primero de noviembre, multitud de personas acuden a los festejos tradicionales de “La Cantada”. Así le llaman. Los visitantes pueden disfrutar de recorridos, ofrendas y catrinas colocadas en las calles del pueblo, durante toda la noche. Es tradición llevar música a las ofrendas de muertos; se comparten alabanzas, cuentos, anécdotas y recuerdos a los fieles difuntos. Actividades que reflejan en su máximo esplendor el carácter, el folklor, la idiosincrasia del pueblo. Los cánticos fúnebres, surgen por todas partes, igual que reflejos de religiosidad, artesanía… La fiesta se extiende por calles y callejones y el atrio de la iglesia, se detiene por el parque y en los patios, principalmente en el cementerio. Todas las noches de noviembre se rezan rosarios, colocando flores, coronas, cruces y veladoras en honor a sus muertos. Y durante el día la fiesta puede continuar con un recorrido histórico en la Casa de la Cultura, donde se arman una especie de sets cinematográficos, propio para el rodaje de una película estática de muertos con calaveras humanas y de animales y deidades. En ese balcón contemple rápidamente el devenir del ritual y el culto a los muertos en todas las épocas del tiempo.
Para rematar esta fiesta, me vine para Acayucan a ver “Coco”, esa una película estadounidense en 3D producida por Pixar y distribuida por Walt Disney Pictures. Estrenada mundialmente en un Festival Internacional de Cine de Morelia
La historia se centra en Miguel, un niño de 12 años, que vive con su familia en una zona rural de México. A pesar de la prohibición de música en su familia, Miguel sueña convertirse en un destacado músico como su ídolo Ernesto de la Cruz. Desesperado por probar su talento, Miguel y su perro Dante se encuentran en la Tierra de los muertos. Juntos harán un viaje extraordinario donde revelarán la verdadera historia acerca de la familia de Miguel. En fin, puedo abreviar, Coco está inspirada en la fiesta mexicana del Día de Muertos, los escenarios tienen todo ese colorido que conocimos muchos de los niños de hace medio siglo y más para atrás, cuando no había televisiones y solo en la radio escuchábamos esas crónicas con sonidos que asustaban… “apaguen la luz y escuchen”.
Así, en mi entelequia de la celebración de todos los santos y de los fieles difuntos, con uno que otro monstruo de Halloween, extraviado por los paisajes de nuestro estado, cuando regrese en la madrugada del día tres… recordando a nuestros queridos seres que en mi jamás podrán morir...y, volví a conmoverme profundamente con la vuelta, el retorno, la presencia de Alfonso. Mi hermano, ahí estaba en la casa de mi madre, el hogar de aquella hermosa familia cuando permanecía completa. Mi hermano, sus restos, tan respetables, en esa urna; por fin volvía a tener sus sedimentos… ese relicto de materia, con ese poder estremecedor, bajo la simbología de una frase de la Biblia que me gusta, es esa tan famosa de Génesis 3:19 "...pues polvo eres, y al polvo volverás”.
Gracias Dios, porque he vuelto a sentirlo junto a mí, más cerca que nunca, para no marcharse más...andaba yo fuera pero aquí me recibió en la penumbra, me abrazo y nos dimos un beso fraternal.
Te quiero mucho hermano. Creo que así voy a sentir de bonito también, cuando vayamos a reunirnos todos con nuestro padre, como en ese tiempo que fuimos chamacos.