Humanos depredadores

Lilia Cisneros Luján

Una Colorada

2019-01-08

Más allá del XXV aniversario del surgimiento del EZLN, las manifestaciones virulentas de inmigrantes centroamericanos en contra del secretario de hacienda mexicano en la ciudad de Tijuana y mi convicción del patrocinio de todo movimiento masivo inclusive los chalecos amarillos –que en realidad son verde fosforescente- de Francia, lo que si es preocupante son los millones de toneladas de desechos que el ser humano arroja al planeta todos los días.

El año pasado movió a un número relevante de personas la isla de plásticos de toda clase que flota en la mitad del océano pacífico; de inmediato jóvenes emprendedores, empezaron a proponer soluciones, algunas empresas manifestaron estar dispuestas a donar recursos para, cuando menos, aminorar el problema y así como surgió, la preocupación se fue apagando conforme quedó atrás la celebración de los mares.

Cada cual –en algunos países desarrollados y ciertas colonias de la ciudad de México- hemos aprendido a separar; parte de nuestros residuos del jardín los ocupamos para composta y hasta gastamos recursos para llevar a centros de reciclaje, papel, botellas o desperdicios electrónicos. ¿Por qué entonces México ocupa el noveno lugar en generación de basura? ¿Qué hacen China, Estados Unidos y la India, para dejar de ser los tres países que más suciedad tiran al medio ambiente?

Uno de los problemas con los desperdicios que contaminan el medio ambiente –además del mismo sistema capitalista que induce el consumo sin límites- es la ausencia de estadística veraz[1]. Organismos de la ONU tienen unos datos, el Banco Mundial publicó otros y las ONG nos dan unas cuentas verdaderamente de terror. ¿Son 10 toneladas de basura las generadas por los inmigrantes en la ciudad de Tijuana en apenas unas semanas de haber llegado? A no ser que tenga un sistema confiable de comprobación, es difícil saberlo, porque además de los cúmulos de vasos y platos revueltos con restos de comida, cobijas –algunas nuevas- casas de campaña, zapatos y ropa, solo quien recibe la basura está en posibilidad de pesarla y esta medida es menor si se compra y mayor si se cobra su manejo en términos de contrato o de presupuesto público. El hecho es que además de en la memoria de los septuagenarios o mayores se ha borrado la imagen de vajillas, sábanas y cobijas que se lavaban con cuidado y se presumían los años que habían durado; hoy la consigna es: úselos y tírelos, para lo cual los inmigrantes centroamericanos han demostrado ser magníficos alumnos de tal enseñanza. ¿Para que cuidar de una prenda invernal –pantalones, suéter, cobija- o una casa de campaña, si más adelante les regalarán otra? ¿De que viven los “Alan” y en general líderes de los más de seis mil personas que recorrieron nuestro territorio y se negaron a dejar el destruido deportivo Benito Juárez? ¿Quién cobrara a estos “lideres” interesados, los traumas y las muertes infantiles?

Pero no hay que ir a Tijuana, ni a las cañadas de la India para saber lo que es el desperdicio y los despojos, en la esquina de Miguel Ángel de Quevedo y división del norte, una mujer en situación de calle –en mis tiempos juveniles se les decía vagabundos- doblaba y revisaba cobijas, manteles, sabanas, zapatos, ropa. Metía algo en su mochila y al día siguiente regresaba, para seguir con su trabajo de pepena en medio del camellón, donde el montón que otros tiraron había crecido. ¿Para que sirven los reglamentos de cultura cívica, si nadie sufre una sola consecuencia por tirar su basura en la calle?

Recuerdo cundo menos dos crisis mundiales de la basura, una de ellas en Italia. Desde casi dos década atrás se inició en Nápoles, donde de cuando en cuando son montañas de basura las que ahogan a sus habitantes; la otra en Líbano, cuya población -menos de 400 personas- salió a protestar luego de que una tormenta llenó sus calles de la basura[2] que el gobierno simplemente acumulaba al aire libre.

El problema se agrava dado que cada día son menos los productos biodegradables y por ende menor también el porcentaje de reciclaje. La india por ejemplo no llega al 15% en tanto que México apenas el 5%. Alemania o Suiza presumen de haber logrado el modelo residuo cero; pero, si bien es cierto que la primea recicla el 65% de su basura, es uno de los países que más contamina, pues solo el 33% de su energía –mucha de la cual usa para reciclar- es limpia.

Algunas empresas, están siguiendo el modelo noruego -que era el que usábamos los viejitos de hoy en nuestra juventud- la de devolver algo del costo del refresco si Usted regresa el envase, como una forma de disminuir la contaminación de plásticos, pero igual así son poco más de dos billones de toneladas[3] las que nos enferman al año

Así que nos ahogaremos en nuestra propia basura a menos de que haya un cambio no solamente en la generación y el manejo de esta, sino sobre todo en la mentalidad de la gente. Nada puede crecer para siempre y el crecimiento de la economía de consumo y sus consecuentes deshechos está llegando o ya pasó el límite que puede soportar el planeta.

Así como aquella película de las galletas verdes, la del Waste Land, inspirada en la vida de los pepenadores de un vertedero de Sao Paulo Brasil, tenemos que dar gracias por la existencia de personas como esa mujer de mediana edad en situación de calle, que ayuda a reciclar, ropa que gente irresponsable simplemente bota porque tiene el deseo de estrenar algo nuevo, sin calcular cuanto daño hace al medio ambiente su actuar y, por supuesto, alzar la voz para exigir políticas públicas que aborden este problema de manea integral.