IMPUNIDAD [ES]

Juan Antonio Nemi Dib

Cosas Pequeñas

2012-09-30

En un libro que nació como clásico, publicado en 2001, Andrés Roemer desmenuza la economía del delito; revisa las variables que --de acuerdo con los expertos-- lo inducen y lo facilitan y, por otro lado, las consecuencias de la actividad criminal para los individuos y para la comunidad, el impacto de los delitos en la calidad de vida.

A once años de su publicación, el enfoque de la obra sigue siendo innovador y amerita que se le analice con detenimiento. Es una obra voluminosa y muy documentada que, sería irresponsable y poco útil limitar a unas líneas de resumen o sinopsis; sin embargo, el texto induce hacia unas “ideas fuerza” que son realmente útiles para buscar la punta de la hebra en la enredada madeja de la seguridad pública y la justicia en México. ¿Quiénes cometen los delitos?, ¿son jóvenes los delincuentes?, ¿cuál es su edad promedio?, ¿cuáles son sus principales motivaciones?, ¿hay un vínculo entre la geografía y el clima y la comisión de crímenes?, ¿hay componentes culturales en la actividad delincuencial?, ¿el desempleo y la pobreza son causa de delitos?

En la otra orilla de la argumentación, el libro intenta respuestas para la reacción social frente al crimen: ¿los delincuentes y los delitos obligan a la gente a cambiar sus hábitos?, ¿qué tanto cuesta a una comunidad o a un país la actividad delincuencial?, al incidir en la productividad y la competitividad, ¿ponen los delincuentes en peligro la viabilidad de una nación?

Pero el tema de fondo, que yo asumo como el componente crítico del análisis de Roemer, se basa en el análisis del costo/beneficio de los delincuentes al momento de vulnerar el sistema legal y causar daños a las personas, a las instituciones, a los bienes y, en general, a la vida de la comunidad. Parece una perogrullada pero en realidad no lo es: la cantidad e intensidad de las conductas criminales parece directamente asociada a la rentabilidad de quienes las cometen.

En otras palabras: desde la perspectiva económica, ser delincuente no es más que un negocio (por supuesto que lucrativo pero no necesariamente de mediano o largo plazo) y este negocio estará más o menos presente afectando nuestras vidas en la medida en que produzca más o menos ganancias para quienes lo lleven a cabo. Es cierto que se trata de un negocio sui géneris en el que, además de las utilidades y los costos monetarios, los “inversores” también ponen en juego su libertad --que para estos análisis no deja de tener un valor económico relevante--, su integridad y hasta su vida. Como toda transacción mercantil, el negocio del crimen implica riesgos, pero a diferencia de una miscelánea, una tortillería o una casa de bolsa. el negociante también se arriesga a ir a la cárcel, a ser lastimado o, incluso, a morir.

El día en que robar, asaltar, secuestrar, falsificar, extorsionar, violar, sean actividades de muy alto costo/riesgo, y poca ganancia, habrá pocos incentivos para los delincuentes.

A la luz de esta corriente de análisis, los resultados de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2012 practicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), son dramáticamente explicativos de la realidad:

1.- El 91.6% de los mexicanos no denunciaron los delitos que sufrieron en 2011.

2.- La encuesta se realizó en 95,903 viviendas, únicamente a personas mayores de 18 años. El 24.5% de ellas se declararan víctimas de algún delito durante el año analizado, lo que equivale a 18,675,004 personas en todo México.

3.- Dice Adrián Franco Barrios, director de Estadísticas de Gobierno, Seguridad Pública y Justicia del INEGI que "la sociedad en general se está refugiando y cuidando más".

4.- El 63.1% de las personas dejó de usar joyas para evitar asaltos. En 2011 la gente que declaró lo mismo (no usar prendas de valor) fue el 58.4%.

5.- Seis de cada diez personas dijeron que ya no da permiso de salir a la calle a sus hijos menores de edad, 5% más que el año anterior.

6.- Cambiaron los hábitos relativos a salir de noche, utilizar dinero en efectivo y visitar a parientes o amigos.

7.- Los problemas de inseguridad, según la encuesta, representan a México un costo de alrededor de 212 mil millones de pesos anuales, casi 1.4% del PIB.

8.- De entre quienes deciden no denunciar los delitos, el 63.2% dicen que la autoridad es deficiente, que sólo se pierde tiempo y desconfían de las autoridades ministeriales.

9.- De las denuncias presentadas ante el ministerio público, en 61.8% de los casos no pasó nada, no hubo respuesta.

10.- Según la encuesta, en 2011 se habrían cometido en México 22 millones 389,492 de delitos que habrían afectado a 18 millones 675,004 personas, es decir, 1.2 delitos por cada persona. “a razón de 6 mil 341 por día, 2 mil 556 por hora o 43 por minuto.”

11.- Comparando con 2010, los delitos en 2011 habrían disminuido un poco, pues en 2010 fueron cometidos 22 millones 714,967.

12.- Los delitos más reportados fueron: robo o asalto en la calle o en el transporte público, extorsión y robo de vehículos.

13.- “La ‘cifra negra’ de la criminalidad en México se escribe así: 91.6 por ciento de los delitos perpetrados durante 2011 quedaron impunes porque no fueron denunciados por las víctimas, o si lo hicieron, las autoridades no dieron cauce a una averiguación previa, mientras en países como Estados Unidos esa tasa fue de 59 por ciento, en Inglaterra de 62 y en Canadá, de 69, reveló la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública”.

14.- “INEGI aclaró que delitos como la delincuencia organizada, narcotráfico, tráfico de indocumentados y portación de armas de uso exclusivo del Ejército ‘no son susceptibles de medirse’ en una encuesta como ENVIPE.”

Parece un hecho cierto que el secreto está en subirles los costos y bajarles las ganancias a los delincuentes, es decir, acabar con las impunidades; seguramente entonces los delitos serán menos y sus efectos, limitados.