La evaluación y el quehacer docente

2013-09-09

La semana pasada comenté sobre el libro La reforma constitucional en materia educativa: alcances y desafíos, coordinado por Rodolfo Ramírez Raymundo. Hoy comento sobre el primer ensayo del libro: Las tareas del maestro y los desafíos de la evaluación docente, escrito por Olac Fuentes Molinar, con una gran trayectoria en la investigación educativa y dentro de la SEP.

Comienza por dejar en claro que deberá pasar algo de tiempo antes de “establecer el carácter preciso y el efecto” de esta reforma constitucional en materia educativa, en las escuelas del país. La discusión sobre las leyes reglamentarias no concluye y falta analizar “las decisiones técnicas, organizativas y financieras” que permitan asentar el modelo en la realidad mexicana.

Desde su presentación, esta reforma se ha desenvuelto en un ambiente conflictivo que ha impedido la toma de acuerdos consensuados porque “atribuye intenciones ocultas a los otros”, entre el gobierno federal, la SEP, los empresarios, el Congreso, los partidos políticos, el SNTE, la CNTE, etcétera, en un todos contra todos, dentro de visiones encontradas y con poca intensión de abandonar la propia. Parece que nadie ha tenido la buena intención de establecer una reflexión compartida y un debate de ideas.

Esta guerra sólo ha puesto la mira en el desprestigio del profesor de escuela, que en los últimos años ha sido el tema favorito de las notas amarillistas y de los reporteros que gustan del sensacionalismo, pero que no realizan un análisis justo y veraz de la situación. Dice Olac Fuentes: “Por definición, todo juicio general sobre los maestros es erróneo”.

El especialista sabe que “el maestro no es el único elemento responsable de la calidad de los resultados educativos”. Sin embargo, en el centro de la disputa, el maestro es señalado socialmente como el principal responsable y así lo deja sentir el enfoque de la reforma constitucional aprobada.

El maestro Fuentes Molinar recalca que “muchas de las cosas importantes que los maestros podrían hacer y no hacen, con frecuencia están determinadas por las demandas y peticiones excesivas o banales a las que el mismo sistema escolar los somete”. En una maraña muy extensa y compleja de precisar, tiene razón.

El maestro Olac expresa, refiriéndose a la RIEB, sus motivos para afirmar que “no es razonable esperar que mejore la calidad de las prácticas del maestro si no se propone un marco de exigencias más sensato y viable”, constituyendo un punto sin ahondar en los contenidos de la reforma, apenas esbozados de manera tangencial.

De la página 17 a la 34, el maestro citado expone sus puntos de vista sobre el sistema educativo y la exigencia de focalizar la educación en el desempeño del maestro. Dice al respecto que la mayor necesidad en el tema de la evaluación es que “quien la diseña entienda en qué consiste y cómo se logra un aprendizaje escolar que valga la pena”.

Después de fuertes reflexiones, concluye que el trabajo docente es un “trabajo complejo, delicado, frágil, vulnerable al cansancio y al desencanto (y también al error). ¿Cómo se nos puede ocurrir evaluarlo con un test estandarizado y pretender mejorarlo con un recetario de cursos?” Y agrega algo que ya hemos comentado: “Por supuesto, lo primero que se debe verificar es que el maestro esté regularmente en la escuela y dedique su tiempo a las tareas centrales de la enseñanza y la atención a los alumnos”.

Este comentario lleva a la normalidad mínima escolar, eje del CTE y disposición de la Ley recién aprobada en su artículo 14, comentado en una nota anterior. Esta relación es importante porque es parte del hilo conductor que lleva a percibir el sentido de esta reforma y ampliar el abanico de la comprensión. Ojalá haya alguien que se interese por bajar de internet este libro y lo lea para tomar la vasta experiencia de los expositores, a veces en apariencia contradictoria, pero siempre formando parte de una visión comprometida con la educación.

gilnieto2012@gmail.com