30 años de la matanza en Sánchez Taboada

+ Los cuerpos permanecieron hasta el día 3 de noviembre, en estado putrefacto y a disposición de las aves carroñeras, que ya los empezaban a devorar.

Zona Sur

Juan Antonio Valencia - 2015-11-02

En un día como hoy 1° de noviembre, pero de 1985, arribaron a la dos de la madrugada, (precisión, no a la 05:00) un convoy de policías judiciales federales, estatales y municipales, al poblado Rodolfo Sánchez Taboada, para incautar lo que se decía eran cinco toneladas de marihuana, que estarían a la venta bajo unos árboles de mango, en el campo de beisbol de la localidad.

Con anterioridad, los compradores, habían sido detenidos por la policía, en el camino, entre Nuevo Morelos e Hidalgotitlán, a bordo de un auto Renault, a los que incautaron un cartón con seis millones de pesos.

Mariano Chiempán Garcia, conductor del auto, dijo que el dinero era propiedad del ganadero Maximino Granillos, quien pagaría la droga y que eran solo setecientos kilos.

Al dar detalles de la entrega, los judiciales arribaron al campo de beisbol, en donde observaron a al menos a cinco personas armadas, con rifles, escopetas y armas cortas.

Ordenando el comandante Jesús Cabrera Guerrero a sus elementos posición pecho a tierra, mientras el grito “¡Policía Judicial Federal, dense presos!”, constando los narcotraficantes a balazos, generalizándose en minutos un balacera que duró treinta minutos, escapando los narcotraficantes y dejando muerto en el lugar a Jorge Pineda Valdez.

De inmediato los policías que llevaban una camioneta de redilas conducida por Alfonso Sibaja Sibaja, elemento de la Dirección Federal de Seguridad, cargaron con la droga y esa misma madrugada, emprendieron el retorno a la ciudad de Acayucan.

El convoy lo encabezó la camioneta de redilas con la droga y atrás, camionetas y automóviles de la policía. Al llegar a una curva de terracería en donde el paso era estrecho, por un cerro a un costado, se escucharon detonaciones y la camioneta fue bañada de plomo por los narcotraficantes, una bala pego en el pie de uno de los policías y otra le perforó el ojo del conductor Alfonso Sibaja y lo mató instantáneamente, quedando el paso bloqueado.

Ese lapso fue aprovechado por los narcos, para enfrentar a los judiciales que se replegaron al monte, y emprendieron la retirada, sin saber a dónde, llevando a un muerto y a un herido. Empezaba apenas la pesadilla.

A las nueve de la mañana, después de caminar entre los pantanos y el monte, llegaron al poblado El Robalito, del municipio de Hidalgotitlán, en donde descansaron frente a la tienda El Venadito, propiedad de la señora María Azamar Sinforoso, y compraron refrescos y galletas para desayunar y preparar su salida rumbo a Minatitlán, por el río, por lo que contrataron a un guía y a un lanchero.

A las once de la mañana, se escucharon disparos y fueron rodeados por más de cuarenta personas armadas, por lo que se metieron a la tienda, en donde empezó el tableteo de las ametralladoras de los policías, sin causar bajas a los narcos, mientras estos mataron a dos policías más, aprovechando la confusión, los “madrinas” José Isidoro Chontal y Moisés González Espronceda, escaparon arrastrándose entre el monte, en donde estuvieron escondidos hasta que anocheció, observando a los lejos toda la escena.

En el caserío los policías estaban rodeados y su suerte era incierta, la banda de narcotraficantes era comandada por los hermanos Arreola Sánchez y los hermanos Pineda Valdez, que reclamaban el pago del muerto y la entrega de las armas, para que se pudieran ir a Minatitlán.

Tuvo que intervenir el agente municipal de apellido Reyes, con quien acordaron ambas partes, que lo policías judiciales entregarían 200 mil pesos por la indemnización y las armas, y a cambio, los dejarían que se retiraran a Minatitlán en dos lanchas.

A las cuatro de la tarde, los policías pusieron sus armas, al centro del caserío y cargaron con sus muertos y heridos rumbo a la orilla del río, cuando llegó Abelardo Sánchez Alcaraz, conocido como el güero Polvora o Polvos, por su afición a las carreras de caballos.

En ese momento se le unieron sus hermanos, Ramón y Jorge (aún prófugo) ahí esa tarde, en que se respiraba ya el olor a muerte, Abelardo cambió el curso de la historia, al ordenar que nadie saliera de ahí.

Todos los policías fueron atados con cuerdas y linchados por la turba, el comandante Jesús Cabrera Guerrero, por más que suplico por sus hombres, no logro que los dejaran libres.

A las seis de la tarde Abelardo ordeno que los subieran a las lanchas para llevarlos a la playa de Cahuapan, hacia donde enfilaron por el río, al llegar los empezaron a bajar y a formarlos en línea, Cabrera Guerrero ofreció un millón de pesos por cada elemento para que les perdonaran la vida, pero el güero Polvo, no desistió a pesar de que testigos declaran en la averiguación previa 239/985 de la PGR que el comandante esa noche lloró no logrando salvar su vida y la de sus elementos.

En ese lugar uno a uno, fueron ametrallados con sus propias armas y con las escopetas de los narcos.
Al morir la tarde quedaron tirados en el playón de Cahuapan en el primer día de muertos, veintiún cadáveres, entre guías, lancheros y policías, nadie los pudo salvar. Al morir la tarde. También murieron en cumplimiento de su deber ese convoy policiaco que salió de Coatzacoalcos, el 31 de octubre.

Los narcos regresaron a Sánchez Taboada, mientras los cadáveres permanecieron cubiertos por el manto de la noche y así trascurrió todo el día del 2 de noviembre, fue hasta que familiares de Jorge Pineda Valdez, fueron a comprar un ataúd a Minatitlán, que se conoció de la matanza de policías.

Dando inicio la cacería de narcos, al arribar a Minatitlán, La Interpol, el ejército, la PGR, la Policía Judicial Federal, Judicial Estatal, la Dirección Federal de Seguridad (DFS) agentes de la DEA y la CIA de Estados Unidos, que hicieron sus propias conjeturas, atribuyendo la matanza de policías a guerrilleros nicaragüenses que entrenaban en un rancho propiedad de Rafael Caro Quintero, según el informe rendido por el agente de la CIA, Laurent Harrison.

El 6 de julio de 1990, el periódico La Opinión de Los ángeles, California publico ese informe, que ha servido incluso para temas en libros de narcotráfico, como el de la periodista Anabel Hernández, en su libro, Los señores del Narco, en donde se reproduce ese informe, que con anterioridad ya estaba desvirtuado, en una investigación que se hizo por parte de este autor, en el estado de Campeche en 1995, para el periódico El Liberal de Coatzacoalcos, en donde queda establecido que el rancho de Caro Quintero no se ubica en Veracruz, sino en el estado de Campeche, y que la matanza de policías, nada tuvo que ver con guerrilleros, ni tuvo relación con el caso del asesinato del periodista Manuel Buendia, como lo aseguraba la CIA.

La matanza de Sánchez Taboada, la más grande de la historia en su tiempo, fue fortuita y dependió de un solo hombre; Abelardo Sánchez Alcaraz, el güero Polvos, que lleva preso 29 años de los 40 que obtuvo en sentencia y que inicialmente fueron 50 años y en apelaciones y amparos, se redujo a 40 años de prisión, cumpliendo una parte en el penal de Almoloya o Altiplano, de donde ahora escapó El Chapo Guzmán.

Sánchez Alcaráz recientemente fue llevado al penal federal de máxima seguridad, en Tepic, Nayarit, en donde deberá cumplir aún los onces años restantes de prisión.

Volviendo al tema que nos ocupa, como el tiradero de cadáveres a cielo abierto en el playón de Cahuapan, los cuerpos permanecieron hasta el día 3 de noviembre, en estado putrefacto y a disposición de las aves carroñeras, que ya los empezaban a devorar.

Al lugar, después de la matanza, nadie se volvió a acercar, hasta que arribó el contingente compuesto por personal del Ministerio Público Federal y fuero común, para dar fe de los cuerpos, clasificar lesiones y lo concerniente a la pericial de hallazgo, levantarlos y llevarlos a Minatitlán.

(TOMADO DEL FACEBOOK DE JUAN ANTONIO VALENCIA PATRACA)

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