Disfruto mucho los Años Nuevos. Me gusta volver a mi Hueyapan de Ocampo y reunirme con la familia y con los muchísimos amigos que son, para mí, una especie de familia extendida. La gente con la que comparto recuerdos de toda la vida, desde que era chamaco.
No importa que ni ellos ni yo seamos los mismos chamacos de antes. Duele, eso sí, que ya no estamos todos. La vida se ha llevado físicamente a muchos que siguen en nuestros recuerdos, anécdotas y tradiciones. En la pandemia se fueron varios y, con especial dolor para mí, mis papás y hermanos, este año nos faltó Gala.
Pero aunque haya pasado tiempo la sensación de confianza y la cercanía, entre los que seguimos aquí, permanecen intactas. Nos llamamos por nuestros apodos, revivimos las viejas bromas, mantenemos las mismas rivalidades del futbol. ¿Les pasa a ustedes que dejan de ver a una persona un tiempo y, cuando la vuelven a ver, parece que se vieron apenas el día anterior? Pues así es con nosotros. La “bandera”, les digo.
Desde temprano se mata un cochino y todos colaboramos en la preparación, para desde media mañana empezar a taquear cueritos y al mediodía echarnos la primera chela. También, armamos todos los años un partido de futbol de solteros contra casados, donde ya llevo nueve años de ser el árbitro. De los buenos, no árbitro vendido.
Un espíritu que sigue muy vivo es el de echarnos la mano unos a otros. Ese fue, creo, un factor que contribuyó a que los lazos entre vecinos se hicieran particularmente fuertes. Lo mismo para construir una casa nueva que en una fiesta o un velorio o para compartirnos un refresco o un taco, donde si no tenías dinero para cooperar no importaba.
Por eso, este año respetamos la tradición, que ya lleva un buen tiempo, de reunirnos algunos amigos y mis carnales para regalar pollos y refrescos el 31 de diciembre a familias de Hueyapan y, de esta manera, hacernos presentes con algo para su cena del último día del año.
También sigue la tradición, al rato en la noche, de nuestro tradicional baile de 1 de enero. Para empezar el año alegres, cantando hasta quedarnos roncos, bailando hasta que nos cansemos. Es nuestra manera de pronosticar que todo el resto del año seguiremos así: felices por el regalo de estar vivos y conscientes de que la vida es preciosa y no puede desperdiciarse en amarguras y odios.
Esta vez contaremos con Junior Klan y, por esta ocasión, pedí que el baile sea en Juan Díaz Covarrubias, que también es municipio de Hueyapan de Ocampo, para respetar el duelo de mis papás.
Así empecé el 2024. El año que será definitivo para el futuro de nuestro país y nuestro Estado. Lo empezamos con el pie derecho. Lo vamos a terminar mejor. No tengan duda.
A los que puedan, nos vemos al rato en el baile. Y a los que no puedan, les mando mis mejores deseos para este año que comienza: larga vida, salud y felicidad.
Pd. Y ya saben: mañana… ¡Coatza!
*Diputado local. Presidente de la Junta de Coordinación Política.