La prensa, el poder, el tiempo

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2016-06-07

El lunes 20 de agosto de 2012, por haber publicado en “Prosa aprisa” que la credibilidad oficial estaba en duda, el gobierno que está por irse tomó represalias en mi contra.
Era apenas el segundo año de ejercicio y se entraba de lleno a la plenitud del poder, del “pinche poder”. Entonces, la Coordinación General de Comunicación Social se había convertido en la dependencia oficial más poderosa, sólo por debajo de la propia oficina del Gobernador.
Mi gran pecado, lo que me había atrevido a decir era que una declaración del entonces Procurador General de Justicia, dando por esclarecido el asesinato de cuatro periodistas y el de una trabajadora de un medio del puerto de Veracruz, había servido para mostrar que la credibilidad oficial estaba en duda.
Y es que el diario El País de España había dicho que todo había sido producto de la buena suerte y mostraba escepticismo, mientras que Artículo 19 había publicado que con ello el gobierno intentaba dar carpetazo “a la peor crisis de violencia contra la prensa de la entidad”.
Apunté que quedaba en claro que lo que dijera el gobierno o lo que se dijera desde el gobierno ya no convencía plenamente, “lo que debiera ser motivo de preocupación en el interior de la administración estatal”, y que tenían otro gran reto que era recuperar la credibilidad perdida así como la confianza ciudadana y periodística, “cosa que sólo lograrán con buenas acciones oficiales, pero sobre todo informando sobre los hechos tal cual”.
Ese mismo lunes, luego de que no encontraron por dónde agarrarme, se desquitaron con un familiar mío que no tenía nada que ver, aparte de que amenazaron a algunos de mis hijos y de paso me echaron encima a gacetilleros, mercenarios del periodismo para que me denostaran en sus “columnas”.
Mi respuesta fue el siguiente texto publicado al día siguiente, martes 21 de agosto de 2012, con el encabezado “La prensa, el poder, el tiempo”.
“No. No es fácil la relación prensa-poder cuando el periodista decide optar por el ejercicio profesional con apego a su criterio, chueco o derecho, acertado o equivocado, tratando de interpretar los hechos, la realidad, señalando, analizando, pero ajeno a los intereses del poder aun cuando quiera contribuir a la gobernabilidad, pensando en los intereses de los lectores, que no son más que los de los ciudadanos (qué curioso: finalmente la prensa y el poder tienen el mismo objetivo, la misma finalidad: servir a los ciudadanos).
Menos se es fácil cuando la lectura se hace desde el poder no con la serenidad, la razón y el entendimiento, el espíritu crítico y autocrítico, sino con la víscera que hace pensar al hombre de poder que sólo él tiene la razón y la verdad y que es infalible, o que porque él está en el poder la institución es infalible o que debe ser intocable”.
Recordé entonces que el 6 de agosto de ese año, el periodista Jorge Fernández Menéndez había abordado en su columna que publica en el diario Excelsior, un caso que ilustraba muy bien esa difícil relación prensa-poder y que, dije, dejaba la lección de cómo, finalmente, el tiempo pone a cada quien en su lugar porque se imponen los hechos. La transcribí casi en su totalidad. La cito de nuevo:
“Fue hace mucho tiempo, en 1999. Faltaban unas semanas para que Mario Villanueva Madrid entregara el gobierno de Quintana Roo a su sucesor Joaquín Hendricks. Los hechos ya los hemos contado en otras oportunidades, incluido el libro El otro poder (Aguilar, 2001). Desde varios años atrás habíamos investigado y publicado sobre las presuntas relaciones del entonces gobernador Villanueva con el narcotráfico y con otros delitos, que iban desde el tráfico de personas, sobre todo de cubanos, hasta el secuestro y el asesinato de miembros de la inteligencia militar que estaban indagando las denuncias sobre presencia del narcotráfico en la entidad que gobernaba.
“Villanueva me había advertido que no siguiera con esas publicaciones; me había amenazado (incluso en alguna oportunidad envió al que era entonces mi domicilio una corona de flores con una tarjeta ‘siempre te leo, Mario’) y había utilizado todo el repertorio de un gobernador que se vanagloriaba en esos años de no tener piedad con sus adversarios y enemigos. Pero los últimos meses de su gobierno habían sido de un declive terrible para su causa: se sucedían las denuncias y resultaba evidente que no tenía apoyo ni dentro ni fuera del PRI que, a su vez, sabía que Villanueva era un lastre para el cercano proceso de sucesión presidencial.
“Fue entonces cuando, saliendo de una reunión en la Secretaría de Gobernación, como supe más tarde, reconstruyendo los hechos, Mario Villanueva decidió ir a verme a la que era entonces mi oficina particular. Llegaron primero sus custodios que prácticamente tomaron las oficinas y cuando pensaba que las cosas se pondrían realmente difíciles, llegó Villanueva ensombrecido, apagado, con un tono de voz tenue y se sentó frente a mi escritorio. Recuerdo que enrollaba con sus dedos su corbata mientras me decía que todo lo que había publicado en los últimos años era verdad, que había recibido dinero, que había ayudado a que ingresaran personas de Cuba, por Cancún, y varios otros temas, pero que él no era narcotraficante. Me pidió que lo ayudara. Le dije que no podía, que sus verdaderos acusadores no éramos los periodistas ni yo en lo particular: que las acusaciones en su contra provenían del gobierno federal, de la Secretaría de la Defensa, de prominentes empresarios que habían sido extorsionados, y del gobierno de Estados Unidos, que ya le había abierto un proceso años atrás por narcotráfico en una corte de Manhattan y que se había indignado cuando, violando todo tipo de leyes y acuerdos, Villanueva había decidido ‘expulsar’ —poniéndolo a la fuerza en un avión comercial— al cónsul de EU que estaba investigando la muerte de unos springbreakers por consumir drogas en centros nocturnos de Cancún. Esas eran las fuentes con las que había trabajado para hacer avanzar la investigación pese a las amenazas de Villanueva.
“El entonces gobernador me dijo que lo entendía; se despidió en forma cortés y se fue. Nunca más lo volví a ver, entre otras razones porque unos días después se fugó, antes de entregar el poder, después de una visita a su entonces homólogo (y protector político) Víctor Cervera Pacheco, en Mérida. Villanueva estuvo huyendo en Cuba (donde la relación con Villanueva provocó la caída del canciller Roberto Robaina y del ministro de Turismo, Osmany Cienfuegos), en Panamá, en Costa Rica. Un par de años después fue apresado cuando regresaba a Quintana Roo y estuvo detenido en México, de donde terminó siendo extraditado a Estados Unidos, para hacer frente a aquellas acusaciones de mediados de los años noventa en una corte de Nueva York.
“Apenas la semana pasada, 13 años después de esa visita a mis oficinas, Mario Villanueva se declaró culpable del delito de lavado de dinero del crimen organizado, por lo que le espera, dicen los fiscales en Nueva York, una sentencia de 20 años de cárcel. Hubo un acuerdo judicial porque, de otra forma, aseguran, Villanueva hubiera podido sufrir varias condenas de 20 años acumulables por los diversos delitos, otros 13 además del reconocido, por los que se le juzgaba en la Unión Americana. Así se cierra, no sé si la historia, pero por lo menos el principal capítulo del ex gobernador”.
Apunté entonces: Ha pasado el tiempo y hoy Fernández Menéndez podría ser quien le devolviera la corona a Villanueva, allá en donde está en la prisión (y quién sabe si salga con vida de ella) con una tarjeta que dijera: Siempre te sigo, Mario. Hoy, el articulista de Excelsior goza de credibilidad, de prestigio, es leído (y escuchado y visto porque participa también en la radio y en la televisión) y es respetado y sigue haciendo opinión, mientras que el ex gobernador se seca –y se muere– en la sombra. En la relación prensa-poder, finalmente la cita es con el tiempo. Sin duda alguna.
7 de junio; el mensaje de Miguel
Lo traje a colación porque hoy en México se celebra el Día de la Libertad de Prensa, en realidad una fecha venida a menos, y por el mensaje ayer, alentador y espero que se cumpla, del virtual Gobernador Electo, Miguel Ángel Yunes Linares. Expresó:
“Respetaremos la libertad de expresión y la libre manifestación de las ideas. Los periodistas y medios de comunicación gozarán de las garantías que les otorga la Constitución sin interferencia alguna del Gobierno del Estado para marcar su línea editorial. Los periodistas tendrán todo nuestro apoyo para el libre ejercicio de su profesión. Veracruz dejará de ser el lugar más peligroso para el ejercicio de esta noble actividad”.
Una persona muy querida para él, en hora buena nueva diputada local, Marijose Gamboa, fue víctima, hasta el ensañamiento, del poder en turno a causa de su línea crítica periodística. El cuasi nuevo gobernador, pues, con impotencia debió haber vivido aquellos aciagos días. Qué bueno que ofrece respeto a la libertad de prensa y seguramente quiere que en Veracruz no se vuelva a repetir nunca un caso similar.
Si se reconfirma su triunfo, nada mejor para empezar su nuevo gobierno que ofreciendo garantías a quienes hacemos del ejercicio periodístico nuestra tarea diaria. Si lo cumple, seré el primero en reconocerlo.
Duarte dará hoy conferencia de prensa
El gobernador Javier Duarte de Ochoa tiene previsto ofrecer conferencia de prensa este martes a las once de la mañana en la Sala de Banderas del Palacio de Gobierno. Se espera con interés lo que diga.
Juan Manuel del Castillo araña la diputación
Luego de la última actualización del PREP, por 63 votos ha ganado la diputación local por el distrito 19 de Córdoba Juan Manuel del Castillo, candidato del PRI. De todos modos, en Xalapa se me informó anoche que el PAN-PRD tratará de impugnar el resultado dada la mínima diferencia. Su candidata fue María de los Ángeles Sahagún.