MOMENTO DE ACOTAR

RELIGIÓN Y POLÍTICA, VISIONES DEL MUNDO

Francisco Cabral Bravo

COLUMNA SEMANAL

2023-04-10

Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil e Ing Eric Patrocinio Cisneros Burgos


Como apunté aquí en otras ocasiones, quien fue uno de los verdaderos artífices,  junto con el rey emérito Juan Carlos I  de la democracia española: Adolfo Suárez. Este gran líder español decía que el poder se empieza a perder en el momento en el que se da una orden y ésta no se cumple. Es verdad que, en la condición humana, esperar a ver la capacidad de daño que tienen para infligirnos, lo es todo.  Cuando nos preguntan si nos parece bien algo inmediatamente nuestro cerebro actúa basándose en dos primicias. La primera, la guiada por el interés o por la curiosidad de actuar sobre lo cuestionado. Y, la segunda, es la que se rige por la convicción de estar actuando conscientemente y defendiendo lo que uno cree. Hoy en México nos encontramos en una clara disyuntiva en la que no sabemos ni qué creemos ni mucho menos, y que es peor, qué es lo que verdaderamente queremos. O tal vez lo de nosotros sí lo sepamos, pero una cosa es saberlo y otra muy diferente es actuar para conseguirlo.


Como todo en la vida, el poder, también se acaba y se desgasta en un momento determinado.


Al momento de nacer todos llevamos tatuados en la piel una cláusula que irremediablemente algún día cumpliremos y que significará nuestra partida de este mundo. Sobre esto no hay excepciones ni quien pueda salvarse, ni siquiera el verdadero hijo de Dios.


No importa si es joven, viejo o si goza de buena o mala salud, la realidad es que hasta la fecha no he conocido ningún gobernante que, después de sentarse en la silla, no piense que nació para ocupar este sitio y,  lo que es peor, que se morirá haciéndolo. La democracia tiene un sentido final y una convicción última que radica en es el pueblo el que, en teoría, decide quién lo gobernará.


Actualmente estamos en medio de una situación en la que lo que está sucediendo en contra de la democracia es mucho más importante y grave que una simple cita electoral. Puede haber un cambio en el poder, aunque, tal y como se ha planteado las cosas, estamos enfrentados a un cambio trascendental de nuestra Constitución  y de nuestro ordenamiento jurídico. No nos podemos equivocar. Desde pequeño aprendí  que es muy duro y difícil tener al Estado  enfrentado con uno, pero que es peor vivir sin la existencia de un Estado. Para construir las bases y la estructura que regirá nuestro futuro, necesitamos un elemento clave y que es la fundamental para la esperanza de los pueblos: la educación.


Sin embargo, esta piedra angular de nuestra sociedad pareciera que no está ni en la mente de la actual administración, ni en la mente de la oposición, ni en la de nadie, y eso es en sí mismo un grave delito. Desde la época de José Vasconcelos que en nuestro país se había tomado la decisión de cambiar las balas por los libros con el objetivo de trazar la nueva historia del México moderno. La educación es algo que va o debería ir, más allá de cualquier asignación de presupuestos o promesas de campaña, es algo intrínseco a las sociedades y que debe ser una de las principales prioridades para quien ostenta el poder.


En México hay millones de niños deambulando por las calles y que no han tenido la oportunidad de regresar a los salones de clases. Lo más triste de todo esto es que probablemente esos jóvenes no vuelvan a pisar un aula educativa. El crimen contra el sistema educativo es algo que nos mancha e involucra a todos.


Dándole vuelta a la página he reiterado que la desconfianza en los demás es un rasgo de la sociedad mexicana ampliamente documentado.


Es más común verla como un problema, una carencia de la cultura política nacional y una pieza faltante en la canasta básica de actitudes y creencias favorables para la democracia.


Una de las constantes del presente gobierno es la facilidad con la que se articula el absurdo, bajo el amparo de esa regla de oro que señala y describe que en nuestro país "no pasa nada". Ya no hay lugar a la sorpresa cuando a lo largo de este sexenio se ha manejado una estrategia de comunicación que sería muy cómica, si no fuera parte de las respuestas oficiales de un gobierno que asumió la titánica labor de configurar una realidad basada en la opacidad y la mentira.


Empleando al aparato burocrático del Estado  y sus alcances en los medios de comunicación se erigieron monumentos discursivos para ensalzar la imagen de quienes  jugaban a inventar una nueva categoría de la ignominia al proclamar que "la fuerza del Presidente  es moral, no de contagio". Nadie puede darse por sorprendido o sorprendida cuando el inquilino del Palacio Nacional, enfrascado en su reyerta en contra de los medios de comunicación que no son afines a su "proyecto", pasó de la incendiaria diatriba a regalarle una sonrisa y carcajada abierta a una sociedad que no encuentra motivos para reírse de la cantidad de homicidios que fracturan diariamente su vida sin mencionar las desapariciones, feminicidios, los secuestros. El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira; la ira lleva al odio, y el odio lleva al sufrimiento. Yoda, en la saga de Star Wars.


Hoy existen interesantes investigaciones. Científicos alemanes y daneses han identificado que la maldad humana tiene un origen común.


Lo han llamado el "factor oscuro de la personalidad" o  "factor D", la "D" es por oscuro, en inglés, Darkness. Dejo estos tres enlaces por si alguien quiere profundizar sobre el tema.


Es menester destacar que la investigación se realizó con un Universo de 2,500 encuestados y sintetiza que existen nueve manifestaciones comunes de los rasgos oscuros y que subyacen dentro del "núcleo oscuro de la personalidad".


El egoísmo, el "maquiavelismo", la desconexión moral, el narcisismo, el derecho psicológico, la psicopatía, el sadismo, el interés propio y el rencor son los nueve rasgos oscuros de la personalidad. Afirma Zettler, uno de los investigadores: el conocimiento de este "núcleo oscuro" puede jugar un papel importante para los investigadores o terapeutas que trabajan con personas con rasgos específicos de personalidad oscura.


Ya que es este factor “D” el que determina diferentes tipos de comportamientos y acciones humanas imprudentes y maliciosas.


Nos hemos perdido en esa dicotomía existencialista del Ser. Y en muchos aspectos, aún seguimos sin un rumbo adecuado.


Hoy, necesitamos encontrar lucidez mental y sinceridad de corazón para determinar que la Evolución que se requiere impulsar, es la "Revolución  de las conciencias".


Edgar Morín, el sociólogo francés y una de las mentes más Brillantes del siglo XX, cuyos trabajos han marcado época, acerca de la necesidad de ser "más humanos" ha expresado: "Educar para comprender las matemáticas o cualquier disciplina es una cosa. Educar para la comprensión humana es otra; ahí se encuentra justamente la misión espiritual de la educación: enseñar la comprensión entre las personas como condición y garantía de la  solidaridad intelectual y moral de la humanidad. Solo una humanidad consciente de su propia "humanidad", podrá en algún momento reencontrar la paz y la felicidad que ha perdido. Cambiando de rumbos y de tema también les quiero decir que en estos tiempos el análisis político debe, al parecer, agregar el conocimiento de la Biblia.


En efecto, abundan gobernantes quienes citan frases bíblicas o párrafos de la misma de manera mágica, creyendo que son una especie de conjuras o fórmulas efectivas para deshacer entuertos. Es verdad que uno puede hacer decir a la Biblia cualquier cosa, pero no cualquier cosa dice la Biblia.


El inicio del siglo XXI marcó un punto de inflexión en lo que respecta a los datos sobre creencias y prácticas religiosas en México. A partir de esa fecha, los datos de los censos muestran una acelerada disminución del número y proporción de personas que en México se autoadscriben a alguna religión o sistema de creencias. 


En efecto, en el 2020 el Inegi documentó el mayor número de personas que no tiene ninguna creencia o que, teniéndola,  no se declaran como parte de alguna de las religiones existentes en el país, cuya cifra no es menor, pues llegó a 12.59   millones de personas. Dada la tendencia, se espera en los años por venir que la cantidad siga creciendo de manera relevante.


¿Qué significa lo anterior ante la conmemoración y celebración de las llamadas Semana Santa y Semana de Pascua?  En primer lugar, debe reconocerse que hay millones de personas  que honestamente creen y practican la reflexión, el "retiro espiritual" y la introspección para valorar cuáles son sus acciones más relevantes y cuál es su papel en el mundo, en tanto creyentes y seguidores de un credo determinado, en el amplio abanico de religiones cristianas que hay en nuestro país.


Pero como ya se dijo, hay millones para quienes estas fechas  no tienen el mismo significado; y otros para los que, aún siendo creyentes, no hay una mayor significación, sino la de la fiesta, las vacaciones y el alivio del ajetreo del mundo de la vida cotidiana.


Por eso es tan relevante que, en un país como el nuestro, puedan fortalecerse los valores de la tolerancia, del respeto a todas las formas de creencias y de no creencias; y por ello debe destacarse la relevancia del Estado  laico, pues sólo  con base en él, la posibilidad de la tolerancia y la convivencia respetuosa entre distintas visiones del mundo puede darse.


El llamado común de las comunidades cristianas es hacia la paz, la solidaridad, el respeto y la protección de la vida, el alivio y el socorro de las personas empobrecidas; y todo ellos compatible con los objetivos de derechos humanos del Estado  laico; y por ello es necesario fortalecerlo al máximo, porque es lo que nos posibilita coincidir independientemente de en qué se cree, o si no se cree.


Para México es urgente revalorar la vida, revalorar la justicia y la paz. Revalorar aquello que nos une y reconcilia, y abonar todas y todos para avanzar hacia un nuevo Estado social de Derecho, en el que las continuas escenas de espanto que aterran a diario, desaparezcan de nuestra sociedad y podamos coexistir, todas y todos, en un país de bienestar y dignidad compartida.