La educación como pretexto

2013-01-29

Una sociedad que piensa en progresar, por lo general descansa su aspiración en la educación de su pueblo. Pero esa sociedad debe ser el reflejo de aquello a lo que aspira. Sólo así puede convertirse en realidad la esperanza depositada en un proceso que forzosamente llevará algunos años para crear el fenómeno social esperado.
De esa manera —y no de otra— puede trabajarse desde el aula el impulso que transforma, crearse la chispa que incendia las conciencias, motivar el afán social de mejora y de cambio. La clave y lo que más se necesita es la corresponsabilidad. Es bueno dejar en claro que el maestro y la escuela por sí solos no pueden transformar a la sociedad. Si la escuela trabaja aislada reproduce el statu quo, lo cual no favorece la transformación sino la continuidad.
¿Qué otra cosa puede hacer la escuela si el régimen presidencialista no piensa en ella y su función, desde la época de Vasconcelos? ¿Qué proponen para mejorar la escuela los padres de familia, el gobierno, el Congreso, los políticos, los medios de comunicación, la sociedad en general, que en estas últimas semanas no se haya visto envuelto en una transferencia colectiva y mediática?
Aunque se escuchen en los pasillos oficiales las maravillas del desarrollo de México como país, es una verdad evidente que la descomposición social es cada vez más grave y que esto puede constatarse diariamente en las calles, en los hogares, en las oficinas, en los lugares de trabajo, en las escuelas, en todas partes en donde estemos los mexicanos, dentro de nuestras fronteras, en un ambiente sin empleo ni oportunidades.
Intentar buscar la calidad de la educación con el hostigamiento y la amenaza a los maestros de manera masiva, sin distingos, con generalizaciones imperdonables, ha hecho ver la propuesta de reforma laboral educativa como la persecución de un gremio sindical, sin importar que muchos maestros no encajen en el supuesto que establece su responsabilidad en la baja calidad de la educación, ni tengan culpa, voz o voto en las actividades que haya realizado la dirigente nacional.
Circula un documento a los maestros de México que no firma el Presidente, ni el Secretario de Educación, ni el Congreso de la Unión, sino que es signado por el Pacto por México. Nadie se responsabiliza del contenido. El mensaje pretende explicar la razón de la reforma, los beneficios de su aplicación y las bondades del Servicio profesional docente. Su lectura se escucha como el siseo de la serpiente en el Paraíso. ¿Qué cosa quieren y qué suponen que el maestro debe hacer? ¿Se refieren al maestro real de carne y hueso, o al maestro imaginado desde la ferocidad neoliberal?
El pretexto es recobrar la rectoría del Estado en la educación, para lo que ponen bajo la lupa las relaciones de la SEP y el SNTE. Hasta ahí puede parecer razonable. Pero luego vemos que el transfondo de esta reforma es político y económico, porque deja de lado una vez más el sentido humanista y transformador de la educación. Político porque lo enfocan contra la dirigente sindical, y económico —esto es lo más grave— porque el Estado pretende evadir su responsabilidad en la educación impulsando una reforma laboral encubierta.
¿Cuál es el sustento educativo de la reforma? ¿Las propuestas de la OCDE? ¿Imitar a la disminuida comunidad europea? ¿La privatización de la educación? Porque el resultado en un mediano plazo ya se deja ver: las paupérrimas familias mexicanas tendrán que pagar directamente la escuela de sus hijos. O como en Chile, los universitarios le deberán al Estado hasta el aire que respiran.
¿Ya olvidamos el decreto con el que se reforman, adicionan y derogan artículos de la Ley Federal del Trabajo? ¿Las atribuciones patronales protegidas por el Estado? ¿La indefensión y el olvido en que se deja al trabajador, al obrero, al empleado? El pretexto educacional lleva el mismo enfoque lesivo para la clase trabajadora, en una espiral que avanza y crece, que aturde y confunde a una nación desesperada que no encuentra salida a sus problemas relevantes.
gilnieto2012@gmail.com