Necios al volante

2013-02-12

Necios, locos, prepotentes, incultos, orates, etcétera, son algunos de los epítetos que se expresan airadamente contra los conductores con habilidades de cafre desesperado. Regularmente se les lanza una mentada de madre acompañada de gestos y ademanes, pero a fuerza de verlos todos los días alterando el tráfico, ya ni caso se les hace. Seguramente fatigados ante lo repetitivo de estas pésimas costumbres de manejo, varios conductores llegaron a la estoica conclusión de que es un desgaste innecesario e improductivo ocuparse de ellos. Sólo hay que cuidarse.

Aunque nos duela reconocerlo, Xalapa es una ciudad inculta en materia de vialidad. No sólo tiene el problema concreto de la falta de fluidez vehicular, sino que además sufre una terrible falta de educación vial que se refleja en la poca amabilidad y respeto hacia las personas y los señalamientos públicos que hacen cansado y peligroso el acto de conducir por la ciudad. Manejar rumbo al trabajo o a cualquiera otra actividad es entrar en la jungla donde prevalecen la ley del irreverente.

Dadle el volante a alguien y le conoceréis tal como es. La vida se refleja en el arroyo vial, en las minucias de las calles de la ciudad; y los conductores afloran sus personalidades, lo bueno y lo malo, la amabilidad y la agresión, el respeto y la prepotencia, lo sensato y lo insensato, la tranquilidad y el estrés, lo culto y lo inculto, la educación y la ignorancia, el interés y el menosprecio por las demás personas; en fin, el amor y el odio.

Tanto se acostumbra el ciudadano a la insensatez del tráfico citadino que acaba por acostumbrarse a ella y a verla como algo normal. Lo peor ocurre cuando, sin darse cuenta, empieza a imitar esos patrones de conducta y hacerlos suyos, perdiendo la capacidad de distinguir entre lo adecuado e inadecuado, lo propio e impropio. Creo que estamos en ese umbral y ojalá lo reconozcamos o cuando menos aceptemos que tenemos que educarnos en buenos modales.

Algo mejoró cuando comenzó a practicarse el uno por uno. Para algunos fue satisfactorio ser objeto de un gesto amable mientras que para otros fue agradable devolver la gentileza. Pero los necios siguieron su costumbre de robar el paso creyendo quizá que con tal acción se colocaban por encima de los demás, sin reconocer que esa forma de ver el mundo vial eran torpe y grosera. Primero yo, después yo, y por encima de todos, yo. No comprenden que violentan el derecho de los demás.

Las filas y los pasos angostos son otro motivo de gran tribulación. Llegas a una calle bloqueada parcialmente, de las tantas que abundan en Xalapa, y tienes que hacer fila para pasar. En lugar de formarse en el orden que van llegando, los conductores prepotentes -o el epíteto que usted use para ellos-, corren a formar la doble y hasta triple fila, creando un cuello de botella propenso al accidente. No respetan el orden en que llegaron los demás y se les cruzan o quieren meterse a la fuerza hasta adelante o entre ellos.

Otros conductores buscan ganar el paso en los cruceros y todos los días se registran accidentes con este tipo de personas. Caso contrario son aquellos que no ceden el paso ni en el uno por uno, como si la calle fuera de su propiedad y el otro ciudadano fuera un intruso sin derecho ni razones. Muchas de las conductas revelan a la persona que maneja y aunque lo pesado de la vialidad citadina fomenta muchas de estas malas costumbres, nada justifica la falta de respeto y educación.

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