Ex rectores, qué necesidad

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2013-08-19

Les asistía todo el derecho de participar dando su opinión, pero me pregunto qué necesidad tenían los ex rectores Rafael Velasco Fernández (inició su rectorado en 1971), Héctor Salmerón Roiz (1981), Carlos Manuel Aguirre Gutiérrez (1983), Salvador Valencia Carmona (1986) y Rafael Hernández Villalpando (1991) de inmiscuirse abiertamente, con foto de por medio, en el proceso de la selección de candidatos a Rector de la Universidad Veracruzana, específicamente a favor de uno de los aspirantes ex colega suyo, Víctor Arredondo Álvarez (1997).
De todos los ex rectores sobrevivientes, sólo Emilio Gidi Villarreal (1992) se mantuvo al margen e incluso adelantó con toda anticipación, el pasado 2 de mayo, que Arredondo estaba impedido legalmente para ocupar de nuevo el cargo, señalamiento que le valió que le desataran un linchamiento mediático en contra.
Apunto que qué necesidad tenían los ex rectores porque como quiera que sea, la descalificación que hizo la Junta de Gobierno de Víctor Arredondo les llega y los deja mal parados, mostraría que se quedaron con una visión desactualizada de la Casa de Estudios y de sus personajes, pues mientras que los primeros cuatro de ellos afirmaban que Víctor era “la mejor propuesta para el futuro de la UV” y Hernández Villalpando señalaba que era el “más idóneo” y el que tenía “mejores cualidades”, la Junta de Gobierno no compartió sus criterios, para nada.
En cambio, con el que sí pareció compartir punto de vista es con el ya casi ex rector, Raúl Arias Lovillo, quien también en mayo anterior, el día 22, declaró que ante el proceso sucesorio, los universitarios “en ningún sentido” buscan “regresar al pasado”.
Digo que qué necesidad porque los ex rectores son hombres respetables, valiosos en sus campos profesionales, que dejaron una buena huella como autoridades universitarias y deberían permanecer intocables en sus nichos sin exponer el prestigio que con su trabajo construyeron. Incluso, cabe preguntarse qué necesidad tenía el mismo Arredondo Álvarez de intentar retornar cuando también tiene asegurado su nicho del cual no debió salir ni bajarse, pues su ciclo terminó hace ya mucho.
Por lo que hace a Gidi, en su momento remitió al artículo 10 de la Ley de Autonomía de la UV y a la misma Ley Orgánica, que dice que el Rector durará en su cargo por cuatro años, periodo que podrá prorrogarse por una sola vez, “de tal manera que Víctor Arredondo Álvarez no tendrá manera de evitar este artículo”. “A mí este precepto me da la impresión de que impide el hecho de que después de haber estado ocho años en la Rectoría se le vuelva a designar”. Desde entonces, según nota de la reportera Ángeles González Ceballos, de alcalorpolitico.com, dejó en claro que no tenía candidato.
Van a la gran final Porfirio Carrillo Castilla, Manlio Fabio Casarín León, Sara Deifilia Ladrón de Guevara González, Francisco Marcelo Montfort Guillén y Leticia Rodríguez Audirac. Se quedaron en la orilla Rafael Arias Hernández, Clara Celina Medina Sagahón (por tercera vez), Sergio Natan González Rocha, Homero Vladimir Ríos Figueroa y el propio Arredondo Álvarez.
Así, los integrantes de la Junta dijeron no al regreso al pasado y han optado por la continuidad, la juventud y el género.
Se dio un primer gran paso pero falta concluir la tarea. Por lo pronto, por lo menos eso se cree, disminuirá el ruido en torno al proceso al cesar la abierta guerra mediática e intrauniversidad entre los grupos afines a Arredondo y a Porfirio Carrillo.
Los que se quedan y los que fueron descalificados, por lo pronto se anotaron un tanto al sacar de la circulación a Víctor, al que negaban derecho a participar argumentando que legalmente estaba impedido.
Según el comunicado de la Junta de Gobierno, tuvo “una difícil tarea” en el proceso de selección. Reconoció, en general, “calidad y atributos” de los participantes. Pero los que pasan a la final se ganaron su sitio gracias a su “comprensión de la situación académico-administrativa”, a su “independencia real y manifiesta ante los intereses económicos y políticos”, de modo que pueden “representar efectivamente la autonomía de la institución”, además de su “reconocimiento en el medio de la educación estatal y nacional” y su “capacidad académica, administrativa y humana”.
Pero la tarea para los miembros de la Junta además de sacar al nuevo rector será también demostrar y convencer de que no hay línea, ni preferencia, ni recomendación política a favor de ninguno, pues tan pronto se supo del quinteto que queda, los comentarios dentro y fuera de la Universidad es que quedó ya cantado que Carrillo Castilla será quien suceda a su todavía jefe y padrino.
Puede confirmarse. Se da por un hecho, según el sentir entre la comunidad universitaria. De ser así, seguramente los miembros de la Junta fundamentarán debidamente su decisión. Pero trasciende que de llevar la voz cantante entre los miembros de la Junta de Gobierno el doctor José Sarukhán Kermez, apuesta por la juventud y no vería mal al doctor Manlio Fabio Casarín León, pero mejor hay que esperar el anuncio oficial.
Leyeron mal quienes en aquella comida del 12 de julio en la Casa Veracruz quisieron interpretar como que el gobernador Javier Duarte de Ochoa se estaba decantando a favor de Víctor Arredondo Álvarez sólo porque comentó que le gustaría llevar una buena relación con quien quede como la que llevó Víctor con el entonces gobernador Miguel Alemán Velasco.
En aquella ocasión, según comenté en su oportunidad en “Prosa aprisa”, el titular del Ejecutivo dijo muy claramente que no tenía candidato, cosa que volvió a reiterar el 7 de agosto en otra comida con un pequeño grupo de periodistas cuando dijo que no se metía porque si lo hacía violentaba el proceso.
Con toda anticipación, de esa forma, Duarte se puso a salvo de cualquier futuro señalamiento. La decisión de la Junta lo puso a salvo de toda sospecha.
La Junta dijo en un boletín de prensa el pasado 28 de julio: “Es menester subrayar cuantas veces sea necesario que la Junta de Gobierno de la UV garantiza a la comunidad universitaria y a la sociedad en general una actuación honorable, apegada a la legalidad y completamente autónoma en el presente proceso”. Pasó ya la primera aduana. Viene la prueba final.