De la Reforma a la Revolución

2013-05-16

Anota José Manuel Villalpando Nava que las consideraciones de Valentín Gómez Farías en la legislación educativa exacerbó las divergencias ideológicas al afectar organizaciones sociales, culturales y educativas que, pese a sus notorias deficiencias, eran tenidas «como expresiones y testimonios de una cultura que no podía cambiar, ni de rumbo, ni de estructura, con la sola aplicación de una pasión política». El país, inmaduro, ni con todos los argumentos liberales lograba salir de una pobreza profunda y generalizada.

México estaba en medio de una guerra ideológica entre liberales y conservadores, federalistas y centralistas, logias masónicas escocesas y yorkinas. Con esta mezcla de ideas, la promulgación de la nueva Constitución de 1857 no terminó con las controversias ideológicas. Sin embargo, se logró el criterio nacional con el que en lo futuro habría de entenderse el servicio educativo, su práctica y su organización.

Juárez publica la Ley Orgánica de Instrucción Pública en 1867, alentada por el espíritu del positivismo. Orienta y reglamenta la instrucción mexicana desde la primaria elemental hasta la superior profesional, incluyendo a la Escuela Preparatoria, recién creada en la misma Ley. En este año, Gabino Barreda interpreta la historia de México desde un punto de vista positivista instaurando un nuevo orden en la educación.

Raúl Bolaños Martínez nos explica que hacia 1870, Antonio P. Castilla se preocupaba por clasificar seis métodos de enseñanza importantes para la época: recitativo, interrogativo, interlocutivo, narrativo, racional, y popular. Se esbozan intentos de educar para pensar, pero en muy corta medida porque tal intención no trascendía hacia otras escuelas o a la sociedad.

Al morir Juárez, el Ministro de Instrucción de Lerdo de Tejada mostró la realidad pedagógica nacional y su deficiente penetración, motivando que el problema educativo fuera un asunto de interés generalizado en revistas y periódicos, por la falta de escuelas, las malas condiciones de las existentes, los procederes educativos y los contenidos de la enseñanza.
Con Porfirio Díaz mejoraron casi todos los aspectos de la vida cultural y educativa debido a la calidad de varios pedagogos de la talla de Ignacio Ramírez, Altamirano, Pérez de Tagle, Manuel Flores, Ezequiel Montes, Joaquín Baranda, Torres Quintero, Gabino Barreda, Enrique C. Rébsamen, Enrique Laubscher, Carlos A. Carrillo, Justo Sierra y otros más.

La institución conocida como Escuela Modelo de Orizaba, con el apoyo del gobierno veracruzano y bajo la dirección del maestro Enrique Laubscher, se propuso en 1883 experimentar y difundir de manera práctica entre los maestros los beneficios de la enseñanza objetiva. Los sábados acudían profesores de la ciudad y la región a recibir conocimientos. Laubscher impartía la parte práctica e invitaron a Rébsamen para que se encargara de lo teórico. Incluso iniciaron una segunda etapa que incluía una Academia Normal con un moderno plan de estudios.

En 1886 el gobierno de Veracruz se trasladó a Jalapa y la Academia Normal se convirtió en la Escuela Normal Veracruzana que hoy conocemos, la primera creada en el país con apego a un plan completo de estudios. El prestigio de Rébsamen fue tal que solicitaron su colaboración en otros Estados y en 1901 fue nombrado Director General de Educación Normal en el país. Desde allí propuso un plan junto con un método analítico para la enseñanza de la lectura y la escritura que no alcanzó a realizar pues falleció en 1904.

Al finalizar el porfiriato, pese a los esfuerzos de estos grandes educadores, de los periódicos, revistas y Congresos pedagógicos, la mayoría de los sectores sociales estaban abandonados, marginados y sumidos en la ignorancia. El analfabetismo alcanzaba cifras escandalosas.

Con la Revolución Mexicana se pretendieron corregir algunos vicios de la época porfiriana. Se creó la Secretaría de Educación Pública federal y se inició una vasta y bien organizada educación popular, que es uno de sus logros más perdurables. Se estableció la enseñanza rural, la educación indígena y la enseñanza técnica. Al positivismo se les atribuyó un carácter conservador y reaccionario que le hizo perder adeptos en el terreno educativo.

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