Las décadas perdidas

2013-06-05

Después de la brutal represión desplegada ante las grandes inquietudes ideológicas manifestadas por algunos intelectuales y por la población estudiantil universitaria en 1968, con la réplica de 1971, la población se acostumbró a ver pasar las cosas y dejar toda la responsabilidad en manos de los hombres fuertes del gobierno en turno. Quizá suene injusto para “esa población”, pero es una actitud que con el tiempo se fue acentuando.
Lógico es que también “esa población” se acostumbró a mirar las escuelas y lo que en ellas pasaba como una rutina más, en las que aparentemente todo marchaba bien o así debía ser. Cada inicio de sexenio o cuando algo evidentemente marchaba peor de lo común, algunas voces se alzaban, sin eco alguno, y sin ser tomadas en cuenta por aquellos a quienes iban dirigidas.
La paranoia de Echeverría, la frivolidad de López Portillo y la mediocridad de De la Madrid permitieron que los excesos tomaran un cauce institucional. La descomposición invadió todas las esferas y áreas que el gobierno tocaba. El corporativismo se consolidó y se expresó al extremo, y en educación el deterioro de las relaciones al interior de la SEP y el cumplimiento en la buena marcha de los centros escolares cedió el paso para que la permisividad y la laxitud establecieran su señorío en las actividades y la cultura escolar.
Entre los logros educativos de este periodo figuran las reformas al plan de estudios de educación normal en 1972, de educación primaria en 1973 y los Acuerdos de Chetumal para la educación secundaria en 1974, así como el fortalecimiento que se le dio a la educación técnica. Se crearon la Ley Federal de Educación y el Reglamento Nacional de Escalafón en 1973, y la Ley de Educación para Adultos en 1976. Se reestructuró el IPN.
Debido al excesivo centralismo de la SEP, se iniciaron algunos procesos de desconcentración administrativa, especialmente en las áreas de planeación y evaluación, incrementando la comunicación con las entidades, porque además, la fuerza de los líderes sindicales comenzaba a pesar más que la opinión de las autoridades educativas.
Al asumir su mandato el Doctor en Derecho José López Portillo, se hablaba de una educación promedio del mexicano de tercer grado de primaria, 23.9 % de analfabetas mayores de 15 años y 1.2 millones de indígenas que no hablaban español. Su gobierno intentó vincular la educación terminal con el sistema productivo pero no se establecieron mecanismos adecuados para lograrlo y sólo quedó en el discurso. Para ese entonces la educación era un desastre, como dijo algunos años después Gilberto Guevara Niebla.
Con López Portillo se inicia en 1978 el proceso de la desconcentración de la SEP y al año siguiente se crean 31 delegaciones estatales. La cobertura recibió bastante atención pues la matrícula de preescolar se triplica y se crearon los CENDI. Se aumenta considerablemente el número de profesores de primaria en servicio pero lamentablemente se descuidó la calidad. Se crearon muchas plazas nuevas, pero el sistema educativo incrementó la permisividad y la tolerancia en su funcionamiento.
Se introduce la preparatoria para obtener el grado de licenciatura en educación preescolar o primaria, y en 1978 se crea la Universidad Pedagógica Nacional. En aras de mayor preparación para el magisterio, se sacrifican habilidades de trato y manejo de la cultura elemental en primaria; de baile, canto y juego de las educadoras, y en ambos casos de actitud hacia la docencia.
Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard, Miguel de la Madrid, llega al apogeo de esta etapa de decadencia. Aumentan el desempleo y la inflación, cayéndose el poder adquisitivo del salario en una crisis económica sin precedentes. Don Jesús Reyes Heroles prevé la necesidad de una revolución educativa ante el grado de rezago educativo y descomposición de la estructura administrativa.
En estas décadas el discurso era demagógico y populista, revestido de contenidos socialistas. Desde los años sesenta cobró especial importancia la obra de Althusser, que siguió difundiéndose en la década de los setenta, desde la cual la educación era vista, junto con los críticos del sistema, como el aparato represor e ideológico del Estado.
gilnieto2012@gmail.com