Las últimas reformas a la secundaria

2013-10-07


En la reforma a la educación secundaria iniciada en 2002 y aplicada hasta 2006, la SEP federal promovió una reforma integral (RIES) que incluía cuatro esferas importantes: el currículum; la gestión institucional y la organización escolar; el desarrollo profesional de los docentes, directivos y personal de apoyo técnico pedagógico; y, por último, el financiamiento y costo de la operación del sistema.

El primero buscaba adecuarse a la realidad de los adolescentes, sus necesidades de formación y el perfil de egreso, considerando que la secundaria es el último tramo de la educación básica. El segundo analiza la estructura administrativa, las formas de relación y la normatividad, obsoleta en algunos casos e inexistente en otros, es decir, prácticamente sin aplicación normativa.

El tercero, examina para mejorar los programas de actualización académica contemplando, además, aspectos como la contratación de personal de nuevo ingreso y la promoción de directivos. Por último, el financiamiento, que sólo apareció en los esquemas y presentaciones que pretendían sintetizar las propuestas que se hacían desde la RIES.

De estas cuatro esferas, únicamente se trabajó en la primera. No se tocó la segunda, que pudo ser importante porque en ella descansaría un cambio estructural profundo para transformar la educación secundaria y la educación básica.

El tercer punto de revisión y análisis sólo fue abordado en el área de actualización para los maestros en servicio, dejando de lado el estudio sobre la promoción de directivos y la contratación de personal de nuevo ingreso. Después de implantarse la reforma educativa en 2006, se firma un acuerdo cupular llamado Alianza para la Calidad de la Educación, en 2008, que pretende abordar los temas pendientes, estableciendo condiciones para la contratación de los nuevos ingresos y apoyos nunca dados para el mantenimiento de las escuelas.

Lo que nunca se había tocado en las reformas educativas, es la estructura del sistema educativo. En palabras de Alba Martínez Olivé (“Por una nueva agenda de la educación básica en México”, Metapolítica No. 64, marzo-abril de 2009), la ahora Subsecretaria de Educación Básica de la SEP escribió que en las dos ocasiones (1993 y 2006) se colocó “vino nuevo en odres viejos”, pues la distribución de los recursos, las normas que rigen al subsistema y las relaciones que se establecen en todos los sentidos –con padres, con autoridades, con sindicatos– funcionan como restricciones o condicionantes de las decisiones que adoptan los actores.

De esta manera, señala Martínez Olivé, no basta con impulsar un nuevo y mejor esquema curricular (el vino); sino que también se necesita reconstruir la estructura del sistema educativo (los odres). Otra situación confusa, planteada desde la reforma de 1993 y confirmada en 2006, fue la uniformidad del Plan de estudios para las cuatro modalidades: secundarias generales, técnicas, telesecundarias y escuelas para trabajadores, a pesar de los rasgos distintivos de cada una de ellas y el motivo por el cual fueron creadas.

Se dijo que la reforma sería “integral” porque asumiría el reto de interpretar la complejidad que rodea al hecho educativo, para mejorar las condiciones de aprendizaje de los alumnos junto al entorno que las hace posibles. Pero el proceso de consulta se politizó y la RIES no fue integral. Prueba de ello fue el cambio de siglas para nombrar el proceso: de RIES pasó a llamarse RES, y finalmente RS.

Otro aspecto que quedó pendiente es el relativo a las relaciones con los padres de familia, a los cuales ya no se les puede considerar proveedores de recursos materiales, sino constructores, junto con los maestros, directores e inspectores, del proceso educativo en su conjunto. También faltó aclarar la visión de la labor de los docentes en cuanto a su trabajo en el aula y en la escuela desde varios puntos de vista, internos y externos. Como se puede apreciar, el camino ha sido largo, sin concluir la precisión final.

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